Hay noches de crisálidas
libando el silencio
de las rosas.
Una esencia de piel
hollando el aliento
del espíritu.
Una elegía hendida
entre las ramas,
un viento ciego en el jardín,
una dulzura agitada
en tu ventana,
un canto de cristales
que rompe el eco
de un fuego que nos arde.
Una verde alegría
que se nos abre
en cada luto
que se quiebra.
Hay noches de crisálidas,
libando el silencio
de las sombras...
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